miércoles, 30 de julio de 2008

Los buenos mueren I

Estamos en Buenos Aires el 25 de Marzo de 1977, Rodolfo camina con calma por la calle, en el bolsillo de su campera lleva una carta de cuatro pliegos y cinco copias de la misma, se dirige a la oficina de correo, piensa enviarle la original a la Junta Militar y las copias a diferentes medios de prensa nacionales y extranjeros, en la carta, escrita un día antes, a un año de la asunción de Massera, Videla y Agosti, hizo una especie de balance de gestión del gobierno, en ella escribe entre otras cosas, “El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.” En esta época de silencio, temor y desconcierto, él tiene una mirada clarificadora, como si lo viera de afuera, como si no le hubieran matado una hija ni allanado la casa, como si fuera inmune al genocidio, él denuncia, él escribe, “Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.” “…1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.” Muestra su valentía con acciones y no solo con palabras, no le teme a la represalia, llega a la oficina de correo y deposita en el buzón la carta y sus ejemplares, al píe de la misma y a modo de despedida había escrito: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles. “ Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022.

Sale del lugar y emprende el regreso, a poco andar es derribado a balazos, y así se lo llevan, herido, en un viaje del que no regresará jamás.



jueves, 17 de julio de 2008

Esperar y extrañar

Toda mi vida se basó en esperar, no se si fue por inconformismo o por ansiedad pero nunca pude disfrutar ni un solo momento, cuando era verano esperaba el invierno, cuando estaba en invierno extrañaba el verano, cuando estaba en la secundaria quería terminarla, una vez en la universidad, hay como me hubiera gustado volver al cole y así todo, y así siempre, esperar y extrañar, tuve una asombrante vida en la que el presente se vio todo el tiempo atravesado por el pasado y por el futuro. Rompí la línea temporal, hice que fuera obsoleta la división en tres tiempos, viví en un circulo extraño cuya circunferencia estaba en todos lados y su centro en ninguno... no vivía el presente, extrañaba el pasado o esperaba el futuro.

Esperar y extrañar, un dimorfismo que me atrapó, no pude, no supe o no quise escaparle y hoy, me veo aquí, parado frente a mi pasado y encuentro que nunca pude disfrutar un momento, que solo tengo recuerdos de esperas y que ya no tengo nada que esperar.