lunes, 24 de octubre de 2011

Atado a la soledad

Espero, desespero, necesito un gesto, una mirada, una respuesta, un guiño. El destino, la suerte, todo lo siento como una conspiración en mi contra. Espero, vuelvo a desesperar, comienzo a enloquecer, salgo, la lluvia responde a mi estado de ánimo. Corro, busco algo que no encuentro, encuentro algo que no busco, me pierdo, me hundo.
Abrumado, desesperado, sin rumbo, así estoy, así me siento, perdido. Me detengo, miro alrededor, oscuridad y silencio. Dolor y desesperanza. Aprieto los dientes, vuelvo a correr. Busco, no encuentro, espero, desespero, miro y no veo.
Una luz, una señal, un mensaje divino, algo que me diga que hay algo después de la nada, un ruido que me dé la pauta que no todo es silencio, un rayo, un instante de iluminación en toda esta obscuridad. Eso quiero, eso espero, por eso desespero. Una esperanza, me aferro a la idea de encontrar algo atrás de la bruma. Corro, desbocado, mis pasos cada segundo son más pesados, mi mente cada vez está más lejos de mi corazón, mi razón cada vez le huye más a mi alma.
Veo algo, a lo lejos, no sé qué es, ¿serán tus ojos? Creo que sí, apuro el paso, voy hacia ellos. Son tus ojos, mi vida cobra un nuevo sentido, voy a alcanzarlos, ya casi, es solo un paso más y también podré ver tu rostro, lo imagino espléndido, porque sé que es espléndido, quiero llegar a él. Algo me lo impide, estoy atado, esposado, detenido en el tiempo. Algo me impide llegar a vos ¿o serás vos la que no quiere que te alcance? Lucho con cuerdas invisibles, consigo soltarme de una y aparece otra.
Peleo una y otra vez, el destello de tu mirar cada vez es más distante, no quiero dejarte ir, intento escapar, seguirte, buscarte, amarte. No puedo, estoy encarcelado, esposado a un poste que no puedo ver. Desisto, te veo alejar, lloro, me enojo, vuelvo a pelear, pero ya no hay opción, ya no hay salida. Parado, petrificado, desesperado, así me quedo, así me muero, aferrado a la estúpida esperanza que tu mirar vuelva a sacarme de mi quietud…

lunes, 17 de octubre de 2011

La vida en condicional

Sufría la agonía de vivir pensando en lo que no paso. Su presente era una palabra inabarcable. Existía en una dimensión extraña donde su futuro era una proyección de un pasado inexistente. Toda una vida de malas decisiones lo había condenado a vivir arrepentido y encerrado. Soñando haber vivido en los zapatos de otra persona, anhelando tener otras experiencias, imaginando una vida que no tenía.
No alcanzaba a darse cuenta que estaba a tiempo de cambiar, esperaba desesperando una solución divina a su problema terrenal.
Lo que realmente lo afectaba no eran sus decisiones, que en sí mismas no tenían una valorización ni positiva ni negativa, el meollo de la cuestión era lo que él después hacía con ellas. Una y otra vez había hecho real la frase “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra,” toda su vida había sido la repetición de su pasado. Elegía un rumbo y se arrepentía por no haber seguido otro y así una vez y así siempre. Sus días se sucedían como una repetición de bifurcaciones en las que siempre se equivocaba o al menos eso creía y cada vez se encerraba más en su propia mente, soñando cambiar su pasado, pero sin hacer nada para cambiar su futuro. Sin notar que es sobre el presente el único estado temporal sobre el que uno tiene poder de acción.
Él como muchos, vivía pensando que por razones externas, inherentes a su propio destino su vida no podía ser feliz. Creía que no era justo lo que le pasaba y no podía, no quería o no le salía notar que cada uno es juez de su existir y que no se trata de cuan justo sea el pasar, se trata de saber canalizar las injusticias potenciando los instantes de justicia, porque si bien muchas veces nos pasan cosas que no dependen de nosotros lo que uno hace a partir de ellas si son responsabilidad propia y es allí donde uno empieza a interceder en el propio destino. Porque lo importante de cada vida es la capacidad de protagonizarla, de nada sirve ser extra porque no hay un libreto con final feliz predeterminado para cada uno. Por el contrario tenemos la capacidad de escribir y reescribir el guión a cada paso…

miércoles, 12 de octubre de 2011

La noche que casi me enamoro

El día no había sido bueno, problemas graves en gente muy querida habían generado una profunda tristeza en mí ser. La noche había llegado impasible y el silencio de mi cama en mi casa solitaria contribuía a mi desolación.
Estaba triste, afligido, desconsolado. El recuerdo de la tarde en compañía del dolor ajeno que se hizo propio originaba en mí una angustia inmensa que solo era apaciguada por el recuerdo tibio de sus besos algunos días atrás.
Por primera vez en lo que llevaba de vida sentía la necesidad de tener cerca alguien a quién aferrarme, a quien abrazar, con quien compartir el dolor que sentía para así poder detenerlo. Por primera vez me sentí solo y necesitado de amor.
Fue esa noche cuando comprendí la importancia de tener alguien con quien compartir la vida, alguien que potencie la felicidad y calme el dolor. Fue esa noche el momento que casi me enamoro, aunque por esas cosas de la vida, ese casi no pasó a mayores.