lunes, 18 de marzo de 2013

Las almas de la obscuridad

El día besaba la noche y la vida comenzaba, de a poco, a desaparecer de las calles. La obscuridad ocupaba la luz y el pueblo parecía hundirse en lo desconocido. Las persianas y las puertas se cerraban, como si el afuera y el adentro no podrían juntarse en la noche. Ya nadie caminaba en la calle de aquel lugar. El viento movía los árboles y el zumbido parecía el soplido del mismísimo demonio, algo había en ese lugar, se sentía una energía maligna capaz de hacer estremecer hasta al mismísimo Van Helsing. El ruido de la vida le había dado paso al silencio de la muerte y nadie parecía atreverse a romper con ese estigma mudo. El pueblo no era muy grande y parecía sacado de algún pasado lejano, las calles apenas iluminadas por un farol en el medio, las zanjas separándolas de las veredas anchas y las casas grandes, bajitas, obscuras y silenciosas. La sensación era que todos se habían dormido apenas entrada la noche, la almas descansando del peso de su cuerpo de a una se iban liberando. Las energías de la vida parecían derrotadas por las fuerzas de la muerte. Era lógico, habitaba más gente en el cementerio que en el propio pueblo… Un joven rompió la quietud del silencio, el suave sonido de sus zapatos contra las piedras de la calle irrumpieron en medio de la noche. El lugar pareció congelarse para verlo pasar, dejando caer una pesada energía sobre él. El joven, visiblemente consternado por el susto de caminar sin saber que hay al siguiente paso intentó apurarse. Caminaba velozmente tratando de no mirar más que hacía el piso, se sentía en el lugar una fuerza diabólica que hubiera hecho temblar hasta a Dios. Del silencio de la obscuridad apareció una joven, esbelta, bella, majestuosa, se acercaba lentamente a él, que por no levantar la mirada no la veía. La mujer surcaba la noche con envidiable agilidad sus pasos no hacían si quiera un ruido imperceptible. El joven se sintió atraído por una fuerza invisible que lo llamaba de atrás, trato de persuadirse de no girar su cabeza, temía lo que podía suceder si habría su mente a la energía de aquel lugar. Caminó unos cuantos metros más sin mover su mirada del suelo, pero su fortaleza mental llegó a su límite en el justo momento en que la voz más dulce que alguna vez había oído lo llamó por su nombre. Giró sobre su cuerpo para ver el origen de aquel llamado celestial y la vio, hermosa, divina, fantástica… El sol asomó tímido y llenó de luz la obscuridad, el pueblo parecía de a poco despertar del silencio, el lugar recobraba la vida perdida la noche anterior. En la plaza, un joven colgaba de un árbol ahorcado por el cordón de sus zapatos. No era la primera ni sería la última vez que un cuerpo yacía sin vida en la plaza al amanecer, el pueblo estaba condenado por toda la eternidad a vivir las noches dominado por los espíritus del mal, sus habitantes lo sabían y jamás habrían sus mentes a los señuelos de la muerte, pero siempre algún incauto que pasaba por allí era atrapado por las almas de la obscuridad para alimentar el castigo del lugar y servir a él hasta que se terminé el tiempo del mundo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

usted me encanta

Anónimo dijo...

lo sigo en la oscuridad desde hace ms de 1 año, y cuando intenta perdérseme por cosas de la web busco y busco hasta que lo encuentro.