Luego de la cansadora batalla que libró con los 125 hombres a su mando, el General José de San Martín, a quién ya nadie llamaba así (preferían pepe, o simplemente San Tincho), buscó desesperadamente un lugar con sombra donde descansar y tomarse un porroncito. Al pasar frente a algunos granaderos estos los saludaron “que pelea pepe, nos los comimos rápido eh! Pasó todo como lo charlamos en el vestuario.” San Martín los miró y sonrió, pero no se detuvo a charlar con ellos.
Caminaba el coronel bajo el sol abrazador de febrero hasta llegar a un gran pino, “espero que acá haya Wi Fi así le mando el mail al hincha bolas del Rey,” se sentó despacio al tiempo que con el llavero destapó la cerveza, sacó un faso del bolsillo y se dispuso a fumarlo. Disfrutaba cada seca junto con cada trago al tiempo que recordaba la batalla. Buscó su BlackBerry y comenzó a redactar: “Su majesta´ me acabo de garchar de parado un ejercito completo de gallegos, que según mi recuerdo llegaron de a montones en sus grandes caballos alados” los recuerdos del General no eran lo que puede llamarse 100% fidedignos.
San Martín pensó en Cabral y se entristeció “Maldito, como no me llevaste a mi!!!” Gritó llorando y mirando el cielo. “Encima se me terminó el porrón, ¡Por que no morí en esa batalla!” dijo furioso, odiaba quedarse sin bebida. Por suerte estaba allí el segundo fasito, que lo calmó de inmediato y lo hizo olvidar sus problemas.
Terminó el parte y se conecto al face, de inmediato creó un grupo “Yo también me empaché de españoles giles” se regocijaba y reía recordando las caras de los soldados enemigos cada vez que hincaba su espada en un pecho ajeno. Sus carcajadas se incrementaban al tiempo que imitaba las muecas de los moribundos, “voy a subir algunas de las fotos que saqué” pensó.
Entre la batalla y la mar en coche no había tenindo tiempo de comer nada, eso sumado a los fasos dio como resultado que el coronel pensara “uh, como me pica el bagre” cambio su estado en el MSN a ausente y en el Nick aclaró (comiendo) y se cruzó al kiosco de al lado del boliche a comprarse un sanguchazo, “lástima que me queda lejos primavera” dijo en una sonrisa…
lunes, 22 de febrero de 2010
martes, 9 de febrero de 2010
La pequeña novia del carioca
La música comenzó a inundar su cabeza, el lento y poético sonido de “La pequeña novia del carioca” fue ganándole todos los rincones de la mente. Estaba caminando, solo, la siesta de una tarde plena de enero lo había encontrado bajo el sol abrazador. “…después de vos, crucé los dedos, la barca pasó y el río quedó, al fin, quieto…” cantó la voz del indio Solari, el continuo su marcha, como si nada, tarareaba el tema que tanto le gustaba y su imaginación comenzó a jugar con su conciencia.
Avanzaba por el calor y sus recuerdos lo llevaron al pasado, a unos días y a unos meses atrás, recordó lágrimas, sonrisas y charlas. Recordó gritos, dolor y felicidad, recordó todo lo que nunca olvidaría, revivió conversaciones enteras al tiempo que la música no se callaba, al tiempo que la música hablaba por el “…solo un cuento fue, que ayudó a pasar, un buen rato…”
Su marcha continuaba, lenta pero segura, vio ante sus ojos el último encuentro “…muy poco amable fui, nada nuevo vi en tus ojos…” sus recuerdos del pasado se mezclaban con la canción presente, se había generado una especie de simbiosis, un estado de asociación psíquica en el que cada palabra escuchada desataba un nuevo recuerdo. O quizás a la inversa, quien pudiera saberlo.
La temperatura no aflojaba, las primeras gotas de sudor aparecían en su frente y eran su única compañía, caminaba sin pensar en todo lo que estaba pensando, caminaba, escuchaba y recordaba “…en el aire entre los dos, solo una copa rota, mala suerte mi palma dio destino oscuro…” una lágrima tímida apareció en uno de sus ojos “…dulce licor de romero fue, la mala idea, loca te vas a enterar por esta canción…”
La tristeza había ganado su cuerpo, la canción estaba llegando a lo más profundo de su inconsciente, le tocaba los recuerdos y los traía ante sus ojos, cruzó la calle sin mirar, pero claro que a esa hora nadie andaba por allí “…no sueño más con vos…” apuró el paso, como si eso hiciera que las imágenes se disiparan mas rápido, lentamente fue llegando el final, lentamente se dio cuenta que ya todo había terminado, “…apostamos mal, serás mas feliz, vagabundeando…”
Avanzaba por el calor y sus recuerdos lo llevaron al pasado, a unos días y a unos meses atrás, recordó lágrimas, sonrisas y charlas. Recordó gritos, dolor y felicidad, recordó todo lo que nunca olvidaría, revivió conversaciones enteras al tiempo que la música no se callaba, al tiempo que la música hablaba por el “…solo un cuento fue, que ayudó a pasar, un buen rato…”
Su marcha continuaba, lenta pero segura, vio ante sus ojos el último encuentro “…muy poco amable fui, nada nuevo vi en tus ojos…” sus recuerdos del pasado se mezclaban con la canción presente, se había generado una especie de simbiosis, un estado de asociación psíquica en el que cada palabra escuchada desataba un nuevo recuerdo. O quizás a la inversa, quien pudiera saberlo.
La temperatura no aflojaba, las primeras gotas de sudor aparecían en su frente y eran su única compañía, caminaba sin pensar en todo lo que estaba pensando, caminaba, escuchaba y recordaba “…en el aire entre los dos, solo una copa rota, mala suerte mi palma dio destino oscuro…” una lágrima tímida apareció en uno de sus ojos “…dulce licor de romero fue, la mala idea, loca te vas a enterar por esta canción…”
La tristeza había ganado su cuerpo, la canción estaba llegando a lo más profundo de su inconsciente, le tocaba los recuerdos y los traía ante sus ojos, cruzó la calle sin mirar, pero claro que a esa hora nadie andaba por allí “…no sueño más con vos…” apuró el paso, como si eso hiciera que las imágenes se disiparan mas rápido, lentamente fue llegando el final, lentamente se dio cuenta que ya todo había terminado, “…apostamos mal, serás mas feliz, vagabundeando…”
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