domingo, 12 de junio de 2011

El precio de la apariencia

Bella, encantadora, seductora, así se muestra. La noche parece ser su hábitat, busca que las miradas ajenas se posen en ella, tiene una gracia y un estilo que consigue que nunca pase inadvertida sin parecer exagerada. Baila, se pasea, se mueve, todo parece estar calculado, todo en ella parece estar hecho para seducir.
Es linda y parece saberlo. Disfruta de seducir a extraños, le resulta sencillo que todos quieran mirarla. Es casi natural que la deseen, habla con todo aquel que se le acerca y a todos les deja la sensación de tener chances de irse con ella. Maneja a la perfección el arte de la seducción y tiene el justo toque de histeria que hace volver loco a cualquier hombre.
Su apariencia de mujer perfecta, su belleza, su gracia y su estilo duran lo que demora en regresar a su hogar. Unas noches si y otras también, cuando se va a acostar mira para los costados, busca a tientas en la obscuridad una compañía, se siente sola, vacía, perdida. Los años se le vinieron encima y nunca pudo acercar su realidad con su apariencia. Su cama más de una vez la ha visto llorar, a veces despacito, a veces desconsoladamente, pero siempre con la profunda tristeza que le da su soledad y su futuro incierto.
Se odia a sí misma, detesta no poder ser para afuera lo que es para adentro, solo le abre su vida a unas pocas selectas personas que la ayudan y acompañan. Son ellas en las que se apoya cuando está mal y es por eso que cada mañana al despertar respira profundo y se da cuenta que no esta tan sola ni tan pérdida. De cualquier manera no es presa de su personalidad ciclotímica y por más que lo intenta no puede dejar de llorar de noche y consolarse de día…

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