domingo, 6 de noviembre de 2011

Sintiendo sentir

“No tenía que pasar, no estaba en los planes” se repetía cada día, cada noche, cada minuto en que recordaba el desenlace que lo había dejado en aquel lugar. Y fue esa misma frase la que me dijo a mi cuando lo entrevisté. Estaba trabajando en mi tesis de derecho y las vueltas de la vida me habían dejado de frente a él en una celda fría de una aún más fría ciudad. Sus modos, su cuerpo y su mirar lo hacían el prototipo de preso que cualquiera se pudiera imaginar. Pero su sensibilidad y la manera en que expresaba sus recuerdos lo hacían parecer un poeta de barrios bajos de algún país desarrollado.
“Me habían tirado una data fija, era un lugar seguro, había mucha guita y yo me podía salvar para todo el viaje, salir de esta vida, porque yo si fuera por mí no afanaría, pero no me queda otra vio?” comenzó así su relato, yo no me detuve a pedirle que me tutee, aunque si recordé mis pasadas entrevistas, había oído una y mil veces el sueño frustrado de salir de esa vida con un robo que “los salve para todo el viaje”, hasta ahí su relato era una película que yo ya había visto.
“Entre según lo planeado por una ventana trasera de aquella casa, era rápido, estaba calculado, tenía mucha información que me había pasado alguien cercano a la familia, no podía fallar.” Aseguró. Mi pregunta entonces fue que era lo que había salido mal para que él estuviera ahí.
“Como le decía, yo tenía que entrar y agarrar la guita que estaba en un cajón del escritorio del fondo de una de las habitaciones, era agarrarlo, rajar y poder empezar de nuevo, era la única que me quedaba.” Se lo notaba arrepentido, pero para nada analítico con su accionar, algo estaba fallando, en ningún momento parecía ocurrírsele la idea de que robar no es una salida.
Pareció leerme el pensamiento y prosiguió, “a mí no me gusta afanar, pasa que no me queda otra vio? Y además yo sé dónde me meto, y la verdad es que a este tipo no le cambiaba nada lo que yo le iba a sacar”, me hubiera gustado decirle que aunque nada le cambie lo que iba a sacarle no le pertenecía, pero no tenía sentido, no estaba allí para ello y siempre había notado la tendencia a creerse Robin Hood que tienen muchos que están adentro, creo incluso que es un sistema de defensa mental.
“El tema es que una vez adentro algo salió mal, la casa tenía que estar vacía, pero me habían vendido pescado podrido, atraída por mis ruidos una mujer apareció por la puerta,” la forma en que lo contaba, su compenetración y su mirada hicieron que mi mente viajaran en espacio y tiempo a aquella habitación, lo vi todo, mi entrevistado, muy nervioso esgrimía su arma pidiendo silencio, la señora, más nerviosa aun no dejaba de gritar, “cállate hija de mil putas que te quemo” decía él, aunque su cara denotaba un profundo terror, ella seguía inmóvil gritando, estoy seguro que hubiera deseado correr, pero el miedo y los nervios la habían paralizado.
Él, visiblemente perturbado seguía apuntándole y exigiendo silencio, los gritos producidos en el lugar hicieron que apareciera una nueva persona en el lugar, un niño apareció corriendo, por lo que pude observar no superaba los 5 años, irrumpió en el lugar llorando, mi entrevistado lo miró atónito y casi como acto reflejo poso la mira de su arma en la cara del pequeño, algo pasó, su dedo movió el gatillo y el disparo, como un escupitajo mortal fue directo a la cabeza del niño que cayo inerte en ese preciso instante. La mujer salió de su estupor y se tiró encima de él tratando inútilmente de reanimarlo.
La escena fue demasiado fuerte, mi imaginación ya no podía soportarla, tenía ganas de llorar, salí de la habitación y volví a la celda, allí estaba mi entrevistado, las lágrimas brotaban de sus ojos con una sorprendente fluidez, el recuerdo de lo sucedido calaba muy hondo en sus sentimientos y se notaba que le dolía cantidades aquel desenlace.
Yo me quedé petrificado, mirándolo, sorprendido por mis propios sentimientos, sintiendo por un instante como víctima al victimario, queriendo consolar a un hombre que sin querer queriendo había cometido una atrocidad. Sintiéndome culpable por juzgarlo y sintiendo la misma culpa por no querer juzgarlo. Buscando una explicación a mil historias parecidas en donde todos son víctimas de la perversión de un sistema que solo genera muertes inocentes en base al enriquecimiento de algunos pocos culpables.

No hay comentarios: